top of page
Cine y psicoanálisis
Hang the DJ

Hang the DJ

Por Santiago Bernatenes 

La garantía de un otro, el amor si algo se podría decir, es que resulta de la falta de esta.

Eliminar recorridos, eliminar posibilidades, anular el fracaso, elegir sin miedo, responsabilizar.

Frank y Amy, evaden mediante la tecnología un imposible. Evasión y vivencia de lo que se omite a manera de oxímoron, vivir en una realidad paralela lo que se busca evitar. Aventuramiento de elegir lo que en las probabilidades no era cuadraba. Escoger, en último término lo que aparentemente no estaba en las probabilidades ¿ No es esto un espacio al psicoanálisis en el porvenir? La tecnología no podrá decir jamás lo siguiente: el objeto irremediablemente pérdido no forma parte del campo de la probabilidad ni la certeza, no forma parte de virtualizar para encontrar, eso, en tanto nunca estuvo,  será irremediablemente perdido, se escoge lo que queda por fuera.

Amor, drama humano y tecnología no son complementarios, amor y drama apuntan al intento de saber hacer con, mientas que la tecnología apunta al saber del con Ley y deseo, caras de una misma moneda; tecnología: cara de ninguna moneda, sino espejo de lo mismo, posibilitador de un control que encuadra y nos devuelve al campo de la ley plana. Allí donde hacemos algo en pos de buscar desear al correspondido, estamos al mismo tiempo configurando el campo de lo prohibido, aquello que rechazamos, pero aquello que permite que el deseo se configure, insoportable o no, pero inherente al ser.

Tecnología y certeza, virtualidad de la voz que ordena y dirige, achatamiento del ser en una triada con alguien que nos dice a quien amar.

Sexualidad en Frank  de a momentos ominosa, cuando toca exponer su cuerpo frente al partenaire que la voz aquella ordena, ¿que voz se escucha?, Por el otro, el cuerpo de Amy entregado a la nada, recorriendo tramos de goce de cuerpos para determinar si el amor se encontraba en el agotamiento del encuentro.

Allí, en el inicio de este episodio, momento en que uno puede organizar algo de la trama, momentos que parecen nimios, son los que van a dar algo de la imposible respuesta de esta elección que responde al amor: el chiste y la risa, lugar desde donde se tocaron en la subjetividad estos dos cuerpos. Chiste que no logra encaminarse en la probabilidad, momento que pertenece a ese lugar otro.

El chiste que toca mas allá de lo corporal, más allá de la certeza, más allá de lo especular, eso otro, eso que cae por fuera de la razón, esa falta de certeza que habilita a tener algo de propio, escapando al plano del yo soy.

Por Federico Gimeno Guillot 

Hace ya algunos años, Paul Virilio nos advertía del pánico como el afecto omnipresente en la lógica de nuestra época y Black Mirror parece haberse impregnado de aquellas advertencias, en donde la tecnología y la velocidad de sus desarrollos muestran el impacto de su halo más siniestro. Esto es de lo que trata esta historia: del pánico que se genera al verse frente a la parodia vertiginosa de los  sexos; el pánico frente a un encuentro que se vive de modo amenazante; el pánico ante la incapacidad del deseo del Otro para situar algo del nuestro…   

Vemos entrar en esta complicación a la oferta capitalista, prometiendo por la vía de una estrategia tecnológica capaz de garantizar un “mínimo margen de error, sin pasar por la angustia de la incertidumbre ni la potencial exclusión”, una reducción del malestar del equívoco basado en “fechas de caducidad” que operaran como variable de ajuste hasta que aparezca esa elección ideal, científicamente detectada.

A partir de esto términos, pensemos que la elección de un partenaire presenta la estructura lógica de un sofisma, o sea: una proposición en apariencia verosímil pero falsa, destinada a inducir el error, capaz de ser leída através de la modulación de la estructura temporal tal como lo razona Lacan en una serie de tres secuencias que podemos ubicar en este capítulo.

Contamos con todos los elementos necesarios para este ejercicio lógico: un programa (de características penitenciarias y panópticas) que convoca a los participantes solteros (los tres presos) bajo la promesa de una “salida con la pareja perfecta basadas-en-las-evidencias”…

En la primer secuencia observamos como prima la mirada, y surgen preguntas: “¿Qué piensa el otro?, ¿Qué ve en mi?” (variaciones del ¿che vuoi? de Cazotte). El retraso en la reacción del otro genera una nueva información, basada en lo que no se ve. Aquí la estructura temporal prevalece sobre la espacial. Como dijimos antes, es un instante de la mirada, donde el personaje ignora su atributo (¿disco blanco? ¿Disco negro?) o qué de sí es lo que puede resultarle de atractivo al Otro. Pasa esta primera secuencia de un modo estructuralmente impersonal, fuera de toda intimidad: se trata de eso que Lacan ubica como Instante de la mirada, a partir del cual se generan esas primeras suposiciones.

Segunda secuencia, Tiempo de comprender: centrada en la otra (¿potencial?) pareja: aquí se requiere de la reciprocidad, o sea ponerse en el lugar del otro. Surgen sutilezas: “¿será ella? Porque sino, hubiera funcionado con la otra…”. En este tiempo de intuiciones es donde se puede extraviar uno y sostenerse durante mucho tiempo… La resolución obtenida entonces: “no debe ser esta otra pareja, no es ella”, porque ahí no encuentra su Yo el personaje principal. Los personajes tambalean frente a la decisión, este es el riesgo implícito del comprender.

Tercera secuencia, Momento de concluir: cada uno de los personajes realiza un juicio sobre si mismo, que lleva a la subjetivación y permite el surgimiento del sujeto del aserto: puede realizar un juicio sobre si mismo, luego de reconocerse en el espejo imaginario del amor, funcionando como limite al tiempo de comprender y generando el acto de la salida (abandonar el programa-prisión, tirar el aparato). Solo la decisión singulariza al sujeto, pero es necesario dar ese paso en falso para precipitar la verdad.

Vemos en este capitulo como se va desde lo impersonal a la introducción del otro, hasta la subjetivación de un sujeto del deseo y que actúa en consecuencia. El A no puede elegir por nosotros, porque no posee ese significante que nombra nuestro deseo… para eso hace falta una decisión ética…

Finaliza la historia con una cita en un bar, ambiente tal vez mas arriesgado para encontrarse con el Otro, pero que permite dar un lugar a la sorpresa de dicho encuentro… no en balde suena una canción de los Smiths, casualmente (?) “Panic”, que corea un simpático “cuelguen al DJ… porque la música que elije no tiene nada que ver conmigo”.

bottom of page