El hijo de Saúl
El film relata una de las facetas más terribles de los campos de concentración: la labor de los Soderkomands, prisioneros dedicados a implementar el exterminio en las cámaras de gas y el ulterior retiro de los cuerpos. Se recrean así los distintos pasos en la política de exterminio, todos ellos destinados a presentar la acción como un programa sanitario, supervisado por médicos. La escena del ordenamiento de las prendas en el momento en que las víctimas se desvisten para ingresar a las duchas resulta especialmente inquietante, tanto por el cinismo y la desaprensión, como por el cálculo cruel. Esa pretendida prolijidad contrasta luego, en un hallazgo estético del film, con el horror del tratamiento de los cuerpos, que devienen despojos sin dignidad alguna.